7 de noviembre de 2008

El Alma De Páez


“Me inquietaba la idea de intentar un vínculo, una cierta complicidad muy íntima con el instrumento, el piano y a veces la guitarra”, le dijo Fito Páez a elPeriódico...

“Me inquietaba la idea de intentar un vínculo, una cierta complicidad muy íntima con el instrumento, el piano y a veces la guitarra”, le dijo Fito Páez a elPeriódico refiriéndose al nuevo disco producido y al concierto después de seis años de ausencia en Guatemala. Y la idea la sostuvo el pasado domingo 2 de noviembre, ante la sala casi llena del Gran Teatro Nacional.

El cantante y compositor argentino vestido con traje negro, frente al sobrio piano de la sala, empezó sin diplomacia alguna a citar parte del material de sus 20 discos grabados. Inició con un preludio instrumental para dar pie a Si es amor, la primera que cantó, a la que siguieron: La rumba del piano, Tumbas de gloria, Giros, Un vestido y un amor, 11 y 6 y Dos días en la vida.

Luego invitó al escenario al guitarrista Coqui Hernández, el único acompañante en esta gira, y a dúo cantaron, en clave de rock, Sucio boulevard.

Cuando se escuchó, El amor después del amor, el público coreó la letra, no así la siguiente El cuarto de al lado u otra El verdadero amar. Esa fue más o menos la conducta del público en la velada. Unas sí, otras no. Por otra parte, ese lado rockero en La rueda mágica o en Polaroid de locura ordinaria, lo intercaló con esa parte bluesera en Al lado del camino, y con las raíces tanguistas, en Detrás del muro de los lamentos.

Tomó después la guitarra, con Hernández en el escenario, y cantó Ciudad de pobres corazones, y luego A rodar mi vida, donde Páez dejó patente que es mejor pianista que guitarrista.

A lo largo del concierto, el argentino de 45 años, estuvo rodeado de un diseño cuidadoso de luces, e igual de un sonido claro y probado, con una voz por ratos vibrante, por otros intensa y vitalista, con carácter e ingenio. Como se vio, su estilo coge de aquí y allá, y por sus textos (que a veces se espesan por sus localismos) parece un cantante de tangos contemporáneo con desgarro y planteamiento rock. Es sin duda, un músico inclasificable, variado y atemporal.

A manera de encore, Páez salió para cantar a capella Yo vengo a ofrecer mi corazón, y luego con piano tres más, Recuerdos que no voy a olvidar, Dar es dar y Mariposa technicolor. En total, despachó al respetable 25 canciones. Canciones que se escucharon desde el otro lado de lo obvio, sin caer en el tedio. Así, en ese registro intimista, el cantautor sudamericano terminó exhausto de entregarlo todo, incluso el alma.

Por: Jorge Sierra/Mondo Sonoro mondosonoro2003@yahoo.com.mx

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Spinetta por Aznar

Hoy todas las guitarras están de luto
La mía, que tendría que haberse puesto a repasar zambas
sólo puede pensar en la tuya,
tal vez porque el barro
tal vez porque este balcón donde te vi
casi por última vez
mira una nube de la forma y el color
de esas eléctricas con las que soñábamos de chicos
Este balcón que se quedó esperando una charla
unas palabras o un abrazo
más
que yá no llegará
Luto también en las palabras
habituadas como estaban a que les pusieras
cascabeles
guirnaldas asonantes
o ruedas de tren apocalíptico
caleidoscópicos ojos de fertil papel
de tu prolífica pluma
que suma y resta sílabas
del metro patrón de las esferas
apenas solas
a solas penas
Adiós
que sea A-Dios
a sus brazos
a ese rincón de magia
que seguramente Él guardará
para los que se animan a jugar
con los bloques con los que ha construido el mundo
haciendo pequeños nuevos mundos de cuatro minutos
donde el corazón se muestra
y baila desafiando al vacio
Adiós
Mientras me duele el pecho
te imagino en viaje
por inmensidades más vastas que las del Capitán
pero a diferencia de él
sé que tendrás todos los tangos silbados al oído
y nunca faltará un mate
ni perfume a malvones
En todos nosotros se queda un pedacito tuyo
serás inspiración multiplicada por millares
a lo largo de los años
y lo ancho de las geografías
Cambiaste nuestras vidas
abriendole camino a la imaginación
cantándole salvaje o dulcemente
a los misterios que nos habitan
al misterio que somos
Adiós
No me resigno a tener que decirlo
Adiós
mensajero del infinito

Pedro Aznar