10 de octubre de 2009

river muy grande para fito páez


"Circo Beat" concierto de cierre del espectáculo de Fito Páez acompañado por Gabriel Carámbula (guitarra) Guillermo Vadalá (bajo Pomo (batería) Laura Vázquez (teclados voz) Adriana Gandini (teclados) y Claudia Puyó (coros). Invitados: Andrés Calamaro Ariel Roth y el cuarteto de Néstor Marconi. Teloneros: Liliana Herrero Los Tres Actitud María Marta y Fabiana Cantilo. En River.

Fue una noche en la que algunas cosas quedaron grandes. El calor. El estadio. El viento.

Todo frente a un escenario inmenso -seguramente el más grande en la historia del rock nacional- en cuyas paredes de telas se alzaba una ciudad invadida por los monos.

Pero volvamos a las inmensidades de un sábado atípico.

Primero fue el calor. Unos cuarenta grados de sensación térmica que en el cemento de River parecían multiplicarse para la última función del "Circo Beat" para la que el dueño de la carpa Fito Páez convocó -el orden va de calor infernal a fuerte viento- a Liliana Herrero Los Tres Actitud María Marta y Fabiana Cantilo.

El estadio también quedó grande. Primero llamó la atención la ubicación del escenario: en lugar de estar contra un arco -es lo más usual- se ubicó en el centro de la cancha de frente a la extensa platea San Martín.

¿Tamaño o cantidad?
Puede haber dos razones para ello: las medidas del escenario o la poca demanda de entradas.

Lo concreto es que River quedó demasiado extenso. Sólo se habilitó la mitad del estadio y allí dijeron presente unas 20.000 personas. Cantidad insuficiente para semejante infraestrucutura. Como sugirió alguien en el césped: "Podía haberlo hecho en Atlanta".

Pero hubo otra inmensidad: el viento que a las 22 cuando subió Fito Páez era realmente poderoso. Y la gente -muchos desprevenidos en remera o musculosa- lucía una piel de gallina que nacía entre la emoción por ver al ídolo en escena y la acción climática.

Un ejemplo de la fuerza del viento: Cantilo debió actuar con las luces encendidas para que técnicos y asistentes pudieran trepar a las estructuras y darle una vuelta más a las tuercas que sostienen a las luces. Para evitar que se volaran.

Y ese mismo movimiento de la atmósfera perjudicó al sonido regulado como para una noche tranquila.

"11 y 6"
Muchos chicos con sus padres y parejas muy jóvenes -15 16 años- que parecían festejar el día de la primavera fueron los principales protagonistas frente al escenario.

Rockeros no se vieron. O mejor dicho aquellos que asisten regularmente a un concierto de rock. Tal vez porque no creen que Páez esté dispuesto a cantar "en un subte" como afirma en su último disco o porque ya no los convence -aunque Fito lo hace- eso de comprometerse con la realidad como sucedió el sábado: "Hay gente que no entiende que ya no se puede ser autoritario. Se acabó. Se acabó".

El recital comienza con la introducción que da la bienvenida al "Circo Beat" que le abrió paso a "Mariposa tecknicolor". todos corren gritan bailan. Y Fito no da respiro: sigue con "El amor después del amor".

Y el primer cambio de clima -no el meteorológico el otro- llega con la hermosa melodía de "11 y 6" para regresar muy pronto al ritmito pop.

Los chicos están bien. Conocen todos los temas de un show que varió en el tamaño pero no en el contenido si recordamos las funciones en el Opera.

Pero la sensación que queda es que no importa demasiado lo que se diga como el compromiso que asumió Páez en sus comienzos allá por 1983 le hubiese dado lugar a las necesidades de la época. Que todo sea monumental y exitoso. El contenido puede quedar en otro plano.

"Un vestido y un amor" "Polaroid de locura ordinaria" "Ciudad de pobres corazones" "A rodar mi vida" (con Calamaro y Roth como invitados) y "Alegría a mi corazón" (con la Cantilo) no hacen más que mostrar su creatividad.

También se animó al tango con "Los mareados" acompañado por el cuarteto de Néstor Marconi. Pero ése no es su fuerte. Y lo empezó dos veces.

Páez cerró el año con una función que tal vez le lleve a cambiar algunas pretensiones.

Daniel Amiano

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Spinetta por Aznar

Hoy todas las guitarras están de luto
La mía, que tendría que haberse puesto a repasar zambas
sólo puede pensar en la tuya,
tal vez porque el barro
tal vez porque este balcón donde te vi
casi por última vez
mira una nube de la forma y el color
de esas eléctricas con las que soñábamos de chicos
Este balcón que se quedó esperando una charla
unas palabras o un abrazo
más
que yá no llegará
Luto también en las palabras
habituadas como estaban a que les pusieras
cascabeles
guirnaldas asonantes
o ruedas de tren apocalíptico
caleidoscópicos ojos de fertil papel
de tu prolífica pluma
que suma y resta sílabas
del metro patrón de las esferas
apenas solas
a solas penas
Adiós
que sea A-Dios
a sus brazos
a ese rincón de magia
que seguramente Él guardará
para los que se animan a jugar
con los bloques con los que ha construido el mundo
haciendo pequeños nuevos mundos de cuatro minutos
donde el corazón se muestra
y baila desafiando al vacio
Adiós
Mientras me duele el pecho
te imagino en viaje
por inmensidades más vastas que las del Capitán
pero a diferencia de él
sé que tendrás todos los tangos silbados al oído
y nunca faltará un mate
ni perfume a malvones
En todos nosotros se queda un pedacito tuyo
serás inspiración multiplicada por millares
a lo largo de los años
y lo ancho de las geografías
Cambiaste nuestras vidas
abriendole camino a la imaginación
cantándole salvaje o dulcemente
a los misterios que nos habitan
al misterio que somos
Adiós
No me resigno a tener que decirlo
Adiós
mensajero del infinito

Pedro Aznar