
Fito Páez y Joaquín Sabina aúnan sus fuerzas en «Enemigos Intimos», un disco compuesto y cantado por ambos
POR SILVIA GRIJALBA (1997)
MADRID.- Ellos aseguran que esto no lo ha hecho nadie en el mundo. Que no conocen el caso de ninguna pareja de músicos que hayan compuesto un disco en conjunto, encerrados en la misma habitación... Y es que los egos de la creatividad son difíciles de unir, y ceder (cuando hay una canción por medio) se convierte en una especie de muerte rápida.
Sabina y Fito Páez parece que lo han conseguido, y el resultado es el disco Enemigos íntimos; quizá se haya debido a la casualidad, al hecho de embarcarse en el proyecto sin tener un rumbo fijo, a la falta de confianza inicial o al empeño de Fito Páez, artífice del proyecto y director de los desmanes de un Joaquín Sabina que hasta ahora parecía indómito.
Juntos parecen un matrimonio maduro, con bromas cómplices, llamadas de atención de Fito a un Joaquín espléndido en su papel de estrella cínica y pasada y recuerdos con medias sonrisas de momentos cumbre de su relación. Un camino conjunto que, según Fito, comenzó por casualidad y con ciertas reticencias por ambas partes.
«Como casi todo en nuestra vida», explica Fito, «nuestra unión se debe al absurdo. A mí me apetecía mucho trabajar con Joaquín, siempre me ha gustado como letrista, y él parece que también tenía ganas de hacer algo conmigo. Al principio, no teníamos muy claro cómo iba a salir todo, pero nos reunimos en una isla de la República Dominicana y a los 15 minutos de rasgar la guitarra y cantar un par de canciones nos dimos cuenta de que aquello iba a salir bien. Lo demás vino casi todo rodado». «Yo creía», dice Sabina, «que iba a ser como pasa normalmente, que hablas con músicos de lo estupendo que sería hacer algo juntos y después no pasa nada. La diferencia está en que Fito sí suele hacer lo que dice».
Una de las grandes ventajas de este disco en el que cantan indistintamente Fito y Joaquín, que presentarán durante el verano en una gira que los lleva por España e Hispanoamérica, está en que ambos han dejado de lado algunos de sus estereotipos, para introducirse en el mundo del compañero. «Yo quería ver», comenta Sabina, «cómo podían funcionar mis textos combinándolos con una música como la de Fito; sofisticada, llena de octavas, de arreglos y más complicada que con la que trabajo habitualmente».
«Y también ha servido», apunta Fito, «para salir de nuestros respectivos estereotipos. Que, por ejemplo, Joaquín pueda abandonar ese alter ego de sus canciones, el personaje cínico, como Philip Marlowe, y volcarse en otros asuntos, menos melancólicos. O, en mi caso, cambiar registros que habitualmente utilizo en mis discos, para adaptarlos a las letras de Joaquín».
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