29 de agosto de 2011

DEJEN TRANQUILO A FITO PAEZ

Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION

Nos pasamos una tarde entera en la Feria del Libro hablando de poetas y novelistas, y luego una noche de vinos charlando de Fogwill y las formas de entender el arte verdadero. Fueron momentos inolvidables, en los que su energía creadora lo iluminaba todo. Un muchacho culto y lúcido que carecía de odios, en un mundo lleno de dogmas, broncas infantiles, analfabetismos ilustres y ramplonería. Eso y no otra cosa es Rodolfo Páez, por más que haya cometido un grave error político y por más que ahora la jauría quiera demonizarlo. Objetivamente, haber manifestado su "asco" por aquella mitad de los porteños que no apoyó en primera vuelta al kirchnerismo fue un traspié muy serio: el propio Gobierno salió a taparle la boca porque era piantavotos. Está bien, no debemos echar más leña al fuego ni violentar el discurso y hay que respetar el veredicto de las urnas. Además, muchos de esos ciudadanos de la Capital votaron luego por la Presidenta, creando de la nada el "macristinismo", una paradoja sofisticada o esperpéntica, según el caso.

Como sea, Páez sufrió bastante, se recluyó en su casa y lamió sus heridas. Pagó. Enterarme estos días de que además quieren llevarlo a los tribunales por esa expresión desafortunada francamente me revuelve el estómago. Me suena a querer criminalizar la opinión. Ya bastantes escarnios e injurias nos aplica el Estado a los periodistas como para añadir ahora el mal ejemplo de un juicio contravencional a raíz de una simple columna de un diario.

De todas maneras, el caso de Fito Páez guarda otros significados que escapan a estos escándalos de gallinero. Me toca de cerca porque forma parte de mi generación: es un ochentista que, como tal, estuvo expuesto a la radiación del setentismo, colectivo que siempre ha intentado colonizarnos y evitar que tuviéramos "desviaciones burguesas". Páez irrumpió ofreciendo su corazón y entusiasmándose con una suerte de progresismo democrático. La transición, como a todos, lo desilusionó, los partidos políticos lo defraudaron y el escepticismo fue un refugio para pasar la tempestad de los años 90. Ese sentimiento quedó esculpido en varias canciones, y específicamente en una, en la que proclama que le gusta estar al lado del camino fumando el humo mientras todo pasa: " Habrá que declararse incompetente en todas las materias del mercado. Habrá que declararse un inocente, o habrá que ser abyecto y desalmado ". A continuación, cantaba dos versos fundamentales: " Yo ya no pertenezco a ningún ismo, me considero vivo y enterrado ".

Muchos progresistas coreaban ese himno, o al menos acordaban secretamente con su sentido profundo. ¿Por qué entonces quienes no pertenecían a ningún ismo se enamoraron de repente del kirchnerismo? Aseverar que Páez se hizo kirchnerista por dinero o protagonismo es una infamia. Afirmar que los demás fueron engañados por el marketing y la máquina de cooptación del poder resulta insuficiente o directamente injusto. Hay oportunistas dentro del Frente para la Victoria, pero también muchísimos creyentes honestos a quienes se les activó la fe cuando el oficialismo puso en marcha la política de derechos humanos y las extraordinarias inversiones en ciencia, universidades y cultura, áreas generalmente desatendidas por anteriores gobiernos.

Es verdad que el viento de cola ayudó al modelo económico, pero no es menos cierto que el Estado supo defender, hasta hace muy poco, una moneda competitiva que creó empleo y que de algún modo reinventó a la "burguesía nacional". La Asignación Universal por Hijo, algunas políticas contra la pobreza y el matrimonio igualitario, entre otras medidas, produjeron un cegador enamoramiento por parte de un sector del progresismo nacional, aquel que aceptó una asociación con la oligarquía peronista. Y cuando uno se encuentra en ese estado de fiesta que es el enamoramiento, no ve ni quiere ver los defectos del objeto de su amor. Es por eso que los kirchneristas han comprado con tanta liviandad la neurótica idea de que los medios son la peor lacra: porque muestran la corrupción, el clientelismo, el autoritarismo del partido único y las trampas del relato. "Todos esos pecados pueden ser ciertos -me confesó hace unos días otro intelectual kirchnerista-. Pero son menores frente a un modelo nacional y popular que los argentinos intentamos concretar desde hace doscientos años. ¡No vamos a abandonarlo por minucias!" Me trajo ecos de una frase que una vez le dijo un amigo comunista a su esposa: "No me molestes con las expensas que estoy haciendo la revolución".

Páez es un exponente de esa grey inmensa e influyente de artistas, intelectuales, profesores y simples militantes que se sienten culturalmente cercanos a este exitoso nacionalismo de izquierdas. Esa grey, aunque irrelevante en cuanto al peso electoral concreto, resulta fundamental para Cristina Kirchner puesto que funciona como una red viral de prestigio. Los seguidores de esos ídolos sienten el llamado de quienes admiran. Y ese prestigio disputa con el periodismo crítico la verdad, o al menos logra relativizarla.

No coincido con Fito, aunque envidio sinceramente su fe. A quienes no lo quieren, a quienes siguen legítimamente ofendidos, les canto bajito otros versos de aquella misma canción: " No olvides que el perdón es lo divino, y que errar suele ser humano ". Es así.

Su señoría, cerremos el caso.

http://www.lanacion.com.ar/1401307-dejen-tranquilo-a-fito-paez

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